El mechero escupió una luz azul y amarilla y el cigarrillo comenzó a desvanecerse en una ascendente y fina capa de humo grisáceo. Tras la primera calada me dejé arrastrar por el efímero deleite del sabor amargo de la nicotina y recordé aquella sensación de mareo vertiginoso en espiral que me había producido mi primer cigarrillo...
Recorrí con la vista la habitación. Las cosas permanecían en esa eterna mudez que produce el miedo. Todo estaba estática y estéticamente preparado: las patas de la silla milimetricamente separadas de las juntas de la baldosas, la soga a un metro sesenta del asiento, las cortinas echadas y el animo vencido.
T.FLYWHEEL
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